Si queremos un final feliz o por lo menos experiencias cargadas de emociones positivas y sabor agradable para recordar esta historia, dependerá, por supuesto, del momento en que decidamos terminar con la historia. Solamente podremos encontrar finales felices en Hollywood, a menos que aprendamos a poner puntos finales a historias a su debido tiempo; así no tendremos más problemas con los desenlaces. La sabiduría popular dice que más vale una retirada a tiempo que una devastadora derrota, sobretodo por el coste emocional que ésta supone y el impacto negativo en calidad de vida. ¿Cómo podemos identificar las historias potencialmente destructivas u obsoletas a nivel emocional?, ¿podemos ser capaces de invertir energía en proyectos emocionalmente reconfortantes?
Os propongo hacer un símil con las luces de un semáforo y así identificar el momento de la relación, como pautas a seguir:
Luz roja. ¡Alto! Razón vs Emoción.
Cuando la cabeza nos da indicaciones claras de ir hacia la otra dirección, porqué embarcarnos en esa historia que apunta claramente a la crónica de una muerte anunciada en vez de invertir nuestra energía en otra nueva historia. Observamos un sinfín de inconvenientes, señales claras y razones para no hacerlo; aún así las ignoramos. Es agradable la segregación de serotonina y el alboroto hormonal pero no debiera ser suficiente. “Los budistas dicen que si conoces a alguien y tu corazón late con fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, no es la persona indicada. Cuando tú conoces a tu alma gemela, sientes calma; nada de ansiedad, nada de agitación”.
Luz amarilla. ¡Con precaución! Reflexión vs Idealización.
Cuando tenemos cierta tendencia a idealizar el amor, más que ser conscientes de los hechos reales; si sabemos nuestras debilidades debemos ir con pies de plomo y bajar la velocidad porque es muy probable que en un principio nuestra distorsión cognitiva se base en el sinfín de cuentos de hadas, películas de Disney y en este romanticismo novelesco que nada tiene que ver con la realidad. Cuando todo es perfecto, es muy probable que no estemos relacionando con otro ser humano en su totalidad sino con un ideal que sólo existe en nuestra mente.
Luz verde. ¡Adelante! Cuando la balanza se decanta hacia lo positivo.
Porque las cosas en general fluyen y no hay que tirar de la historia como si fuese una lucha constante. Hay más alegrías, espacios de cielo, de expansión que tristezas. Cuando las discusiones son parte de un lograr un acuerdo amoroso y van en vía de la resolución de conflictos, no un acto acalorado, amargo y directo al infierno. Creencias como: “quien bien te quiere te hará sufrir” sería bueno cuestionarlas. La propuesta es crecer en el camino hacia el amor, encontrando soluciones en lugar de centrarnos en el conflicto, para que nuestras historias tengan un final agradable, significativo, de crecimiento, que digamos valió la pena la experiencia, para repetir y porqué no… también un final feliz y no sólo el recurrente y trillado drama, terror o suspenso.