Supervivencia emocional, una ventana hacia la sensibilidad

Uno de los sufrimientos más frecuentes es el emocional y este puede ser una ventana a la sensibilidad. Este ensayo psicológico explora la profunda conexión entre las emociones y el bienestar, utilizando casos reales de pacientes en psicoterapia para ilustrarlo.

Es un viaje por las emociones a través de casos y textos proporcionados por los propios pacientes, donde se examinan los procesos terapéuticos que abordan la gestión emocional, deteniéndonos en las emociones menos agradables para resolver el conflicto interno e integrándolo en nuestra biografía, de tal manera que ese viaje nos lleve a un lugar más amable, siendo capaces de crear espacios de calma dentro y fuera de nosotros.

La única manera de salir es decidirnos a entrar.

Supervivencia emocional, una ventana hacia la sensibilidad, es un estudio publicado en noviembre de 2023 en Eliva Books a la venta en:

Eliva Books: https://www.elivabooks.com/en/book/book-9941027177

Amazon, EE.UU.: https://www.amazon.com/dp/B0CNJ91T22

¿Qué me emociona?

¿Qué me emociona?

Estar rodeada de personas con poesía en las venas es uno de mis lugares favoritos en este mundo. Los otros son la playa a la hora de la puesta de sol, y mi alma cuando se siente abrazada por un ser amado.

Me conmueve profundamente el sentimiento de encontrarme ante una obra de arte, casi tanto como sentir que transformo en arte, mágica y eterna, mi efímera existencia. Me emocionan las palabras cuando se cuelan en el pecho y en los párpados, y hacen saltar las lágrimas.

Me emocionan los viajes, lo desconocido, las aventuras, las sorpresas y los libros, que están hechos de la misma materia. Amo poder ver las estrellas y sentirme muy pequeña, y soñar que los límites de la realidad son ilusorios y autoimpuestos. Me conmueve, quizás, creer en la idea del Bardo en La Tempestad, cuando dijo que estamos hechos de la misma materia que los sueños.

Me siento libre e infinita cuando me baño en un mar, un río o un lago. Me colma de energía y esperanza cuando desaparecen los límites de la civilización, y todo a mi alrededor remanece inalterado por la huella humana.

Me emociona la música en todas sus formas, la que me pongo para bailar y sentir mi cuerpo, la que sale de mis cuerdas vocales, o la risa de mi pareja, o una cascada fluyendo. Me conmueven profundamente los espíritus afines, aquellos que vibran al son de las mismas notas musicales, y que pueden leer mi alma como un libro abierto. Me gusta el sentimiento de ayudar a otras personas, y saber que, aunque estén sufriendo, mi presencia en su vida hace que sea un poco mejor. Me gusta crear armonía y puentes entre personas diferentes y fascinantes, me gusta hacer que un espíritu solitario se sienta acompañado.

Me conmueven los debates inteligentes, cuando siento que con nuestras palabras hacemos historia, el Romanticismo (el movimiento literario del siglo XIX, aunque el otro no me disgusta) y las personas románticas. Me conmueve la empatía, la magia, y ser invitada bajo la luz de la luna a un recital de poesía o a una noche de brujas.

Alma Trueba.

Carta a mi ansiedad

Hola, guardiana ansiedad.

Quiero que sepas que no hace mucho que comprendí que lo que has estado haciendo todos estos años era con la intención de protegernos y por eso necesito hablar contigo.
Cuando aquel potro nos golpeó me ayudaste a sobrellevar el tiempo en el hospital y la recuperación de una manera excepcional, pero después decidiste que el mundo era un lugar peligroso para nosotras y sentimos que para evitar que nos volviese a suceder algo así debíamos estar alerta como preparadas para que aquella marca visible, que podía ser motivo de rechazo, no nos afectase. Yo me sentía un poco rota, defectuosa y muy vulnerable. Entonces tú te hiciste cargo y a mí me pareció bien. Al principio me sentía segura, eficiente y hasta fuerte, preparada para todo.

Con el tiempo construiste en mi mente una especie de túnel circular por el que cada situación pasaba una y otra vez en busca de cualquier escenario desfavorable posible y que acabó por convencernos de que prácticamente todo tenía la capacidad de hacernos daño. Durante una época creí firmemente que dejar de preocuparme llevaba al peligro y al caos.

Buscar sin parar soluciones a problemas que aún no habían pasado tratando de controlar lo incontrolable comenzó a afectarnos, empezamos a no reconocer lo bueno que teníamos delante, a evitarlo y a dudar de su autenticidad. Con tal de estar siempre listas para la adversidad perdimos la noción del tiempo y de la realidad. La energía empezó a agotarse y aunque nos esforzábamos por mostrarnos ilesas de cara al exterior, la alegría y la paz eran cada vez menos frecuentes.

Cuando me hablaron por primera vez de tu existencia empecé una lucha a muerte contra ti, te odié por no dejarme llevar una vida «normal» y como así no conseguía eliminarte terminé por tratarme con desprecio. Perdóname, esa no era la manera, al menos no la nuestra. A veces das miedo, pero ya no me pareces un monstruo.

Por fortuna, nuestra gran amiga Luisa me ha enseñado de nuevo cómo percibir el mundo contigo en calma. Con paciencia, me proporcionó recursos con los que te inactivé el tiempo suficiente para darme cuenta del error que estábamos cometiendo tú y yo. Sé que pasar a un segundo plano te preocupa en extremo (cómo no) y por eso noto que te resistes y revuelves en forma de angustia, iniciando algún ataque de pánico o a través del subconsciente con esas pesadillas que me aceleran el ritmo cardiaco y agarrotan mi cuello. Pero si te dejamos a un lado fue para que yo pudiese emerger, respirar un poco y darme cuenta de que ahora no es necesaria tu presencia.

A través de esta carta te quiero mostrar cómo al fin he aprendido a llegar a ti, a comunicarme contigo y tranquilizarte con mi propia voz, a hacerte entender por qué hoy tu función es otra.

¿Sabes que en determinadas circunstancias un caballo puede ser un animal en extremo asustadizo y en constante alerta? Fue la ansiedad del potro la que decidió golpearnos sin ser nosotras realmente un peligro, pero se lo parecimos. Te lo cuento así para que entiendas tu potencial. No me consideres un peligro por querer serenarte, confía en mí y dejemos de luchar entre nosotras. Sabré cuidarnos en el día a día como sé que tú lo harás en las situaciones que lo requieran. Ahora yo también confío en que solo vendrás cuando realmente te necesite. De verdad, nuestro mundo es un jaleo, pero no un lugar peligroso.

Has hecho muchas horas extra y ha sido agotador. No es culpa de nadie, el miedo nos marcó tanto que lo mantuvimos presente sin darnos cuenta de que ya habíamos conseguido sobrevivir a lo que lo produjo. Y ahora pensemos en todo lo que hemos logrado en estos años, a pesar de tanta confusión, en lo que tenemos y a quiénes tenemos a nuestro lado ¿No crees que sería maravilloso disfrutarlo?

Te mereces unas buenas vacaciones guardiana, nos las merecemos.

Gracias de corazón por lo bueno, lo malo ya lo he olvidado.

 Un abrazo. María.

El poder de la dulzura

Hay muchas formas de destruirnos y aniquilarnos y una de las más directas y efectivas es el aislamiento emocional. Nos relacionamos por necesidad no por elección, por que es, entre muchas cosas, lo que asegura nuestra supervivencia y da sentido a nuestras vidas.

Este final de 2020 que estamos viviendo y en muchos casos sobreviviendo a la pandemia, encontramos sentimientos agridulces o directamente amargos, no solo en lo referente a nuestro bienestar y salud física;  también en lo referente a nuestra salud mental.

¿Ha habido un incremento en los problemas de salud mental?

Es evidente que no ha sido fácil para ninguno digerir esta vorágine de cambios y acontecimientos. El estrés y la ansiedad son las respuestas más comunes ante la situación actual. Lo raro sería no encontrarse mal ante esta situación. Sin embargo, hay ciertos grupos como los adolescentes y los jóvenes que, por hallarse en esa etapa de sus vidas, tienen ciertas tareas de gran importancia que afrontar y estas se están viendo interrumpidas, cuando no impedidas, por esta situación.

¿Qué tareas son esas?

En la adolescencia, además de los  cambios en los niveles de madurez neuronal y sexual, se experimentan estados de angustia, los sentimientos brotan fuertes e intensos, casi incontrolables. Una nueva identidad se está creando y parte de su expresión es el alejamiento físico y emocional respecto de los progenitores y la identificación con su grupo de iguales; la unión a una nueva tribu.

Con las circunstancias presentes, este enorme grupo de personas no está encontrando ese espacio.  Los tenemos en el hogar-nido de infancia cuando anhelan aventuras en el mundo exterior. La gran parte de sus clases son online con imposibilidad de reunirse y un férreo control de sus actos y desplazamientos hace que se sientan juzgados, desencantados, desanimados y especialmente desconectados entre sí.

Una fuente ya no de bienestar, sino de supervivencia, es identificarse con un grupo de iguales, que forma el nuevo centro de su vida; los amigos.

Las restricciones sanitarias provocan la falta de vínculo cuando, en esta etapa, necesitamos que los amigos nos vean, que se conviertan en figuras importantes afectivas en nuestra vida, necesitamos sentirnos protegidos por ellos y hacer todo lo que no les está permitido: tocarse, abrazarse, reunirse, compartir y enamorarse.

Como consecuencia se están dando aumentos significativos en los cuadros de ansiedad y depresión infanto-juveniles.

Tienen la energía para cambiar el mundo y los tenemos aislados en casa, en cárceles mentales donde la soledad, la tristeza y la incertidumbre por el futuro les pasa factura día tras día. Necesitan ver plasmada una separación clara entre la dependencia del niño y las nuevas responsabilidades ante sí. Sin embargo tienen que cumplir las restricciones sanitarias pero…, ¿qué alternativas tienen?

“No se puede detener una catarata pero si se puede aprender a encauzar su caudal y aprovechar su fuerza.” Daniel J. Siegel.

Es importante empatizar con ellos, tienen todo el derecho a estar enfadados pero no a tratar a los adultos como sacos de boxeo o saltarse las normas. Hay que ayudarles a tranquilizarse, a gestionar sus sentimientos de soledad o cualquier sentimiento desagradable. Hay que apoyarles y ofrecerles experiencias novedosas, creativas, abrir sus campos de actuación y cederles espacios de responsabilidad, optimizando así la esencia de la adolescencia.

Debemos ayudarles a pasar el túnel con una adecuada gestión emocional.

Es una excelente oportunidad para desarrollar la resiliencia y aumentar la tolerancia hacia la incertidumbre, creando adultos menos ansiosos, porque sabrán moverse ante cambios continuos.

Es en los tiempos difíciles cuando nos familiarizamos con la decepción, la frustración y el sufrimiento. Conocerlos nos hace emocionalmente más fuertes y completos, pero una mano ha de estar disponible para evitar consecuencias indeseables.

La salud mental no es sentirse bien todo el tiempo. Los psicólogos sabemos que la salud mental radica en permitirse sentir una emoción, en el momento preciso, con la persona adecuada y en la medida exacta y saber gestionar este cóctel.

En este momento, nada de lo que antes nos garantizaba el bienestar funciona de la misma manera, pero si somos capaces de gestionar la incertidumbre no tendremos temor y evitaremos la parálisis que provoca.

Una interacción positiva familiar es indispensable. Hay que llevarse bien en casa, involucrarlos en la vida familiar, mantener la conexión, no cerrarse, mantener abiertos canales de comunicación y abrir muchos más.

Por otra parte, debemos mostrar a nuestros jóvenes que pasar tiempo con sus pensamientos no es sino una oportunidad para explorar rincones de su vida  emocional, sus anhelos; un hermoso tiempo de reflexión para continuar después con mayor seguridad.

Y para los demás… ¿alguna recomendación?

Por supuesto; las que me enseñan mis pacientes día a día. Ya que somos el resultado de nuestras relaciones, debemos crear vínculos de calidad. Para ello hay un ingrediente indispensable: la dulzura, que es la poderosa combinación entre la gentileza, la suavidad, la amabilidad y la bonhomía. La dulzura es la respuesta ante la que hemos estado sordos. Nadie la rechaza y es para cualquier edad. Abandonemos la queja continua y empecemos el año con un rostro dulce. Yo recomendaría disolver la rabia en dulzura, una dulzura anfitriona y generosa, de palabras dulces y de dulce mirada.

Cuando bajamos nuestras defensas neuróticas nos sentimos en paz, desaparece el miedo, nos abrimos al amor y surge la dulzura. Por un 2021 con una mirada más dulce..

¡No soy mentiroso!… tengo miedo de decir la verdad.

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¿Quién en la vida no ha sentido miedo de confesar algo?

Sin embargo, una cosa es sentir miedo, más o menos normal de afrontar una situación y otra es sentir un miedo que bloquea, que paraliza y nos obliga a decir verdades a medias o a mentir propiamente, con toda la carga ética y moral que esta palabra y su contexto tiene.

La pregunta que surge es: ¿dónde se origina este miedo tan profundo?

Empieza a muy temprana edad, a la sombra de lo que el psicológo John Bowly (1907- 1990) denominó apego seguro y que definía como la vinculación afectiva intensa duradera que surge cuando tenemos la confianza de que la otra persona va estar ahí incondicionalmente, esa que deben proporcionar nuestros padres o cuidadores.

La Neuropsicología afirma que esta sensación de confianza empieza en el vientre materno.

Evidentemente estamos hablando de situaciones idóneas, pero la realidad, es que no siempre es posible proveer al niño de este apego seguro por variedad de factores que van desde problemas económicos a físicos, emocionales o simplemente a que los padres no tienen modelos de vinculación sana, por lo que no hay referencias. La sensación de que “me fallaron” es muy común y no solamente en niños adoptados, el sentimiento de seguridad básica no se logra transmitir.

En ese contexto, el sentimiento del niño empieza por desarrollar ideas y sensaciones de desconfianza como: “si ellos me fallaron, en nadie puedo confiar” o “no es seguro mostrarme en totalidad porque, si me conocen como soy, se pueden marchar», sentimientos de inadecuación, de «algo debo tener mal», de baja autovaloración, autoestima y por supuesto inseguridad emocional. No es, por tanto, seguro vincularse y ya no digamos amar.

Siguiendo esta línea, podemos entender que un niño se sienta inseguro de ocultar sus acciones inaceptables por si le abandonan o le dejan de amar. Ocultará así cosas y sobre todos sus intereses, muchas veces por complacer a sus padres negándose así mismo. Entonces perdemos asertividad, porque si nuestros deseos entran en conflicto con los de nuestros padres, casi mejor ni atenderlos.

Y la vida pasa; vamos tomando decisiones que creemos que son nuestras y alejándonos de nuestra autenticidad y ese niño crece y se convierte en adulto y, evidentemente, sigue ocultando su verdad.

Pero pongámonos en escena. Un niño de 6 años al que no le gusta el fútbol y le gusta más jugar libremente. Si juega al fútbol recibe una mirada aprobatoria, porque para su padre el fútbol es una pasión y a la vez una mirada intimidatoria del mismo padre, cuando el niño se va al arenero a hacer experimentos con agua y piedras.

Su padre no sólo tiene el poder, además mide el doble o el triple que él. La elección es clara.

¿Cómo evitar caer en esto?

Dos soluciones y casi mágicas: regulación y validación emocional.

Cuando cualquier niño expresa su emociones, hay que darle seguridad, confianza para expresarse. Una forma de lograr una regulación emocional es exteriorizando nuestras heridas, con lágrimas o enfado, juego o arte. Pero expresándonos y teniendo permiso de hacerlo.

La emoción se valida, cuando nos mostramos sensibles y respetuosos, sin empujar más allá de los límites, que ellos marquen su ritmo. Sin etiquetas de “mentiroso», sin amenazas ni castigos.

El elemento básico es el RESPETO a su forma de ser y, por tanto, a su ser.

Evitemos evaluar tanto positivamente como negativamente a un niño. Crecer con la necesidad de complacer y estar a la altura de las expectativas es una fuente de ansiedad para el niño.

Atención también con los mensajes que enviamos con respecto al género; en consulta es una constante coincidir con mujeres independientes económicamente pero no emocionalmente, con tendencia a ser complacientes, y con hombres igualmente anulados.

Evaluar a un niño es diferente a evaluar las conductas del niño. Evidentemente necesitan pautas y normas pero desde el respeto mutuo y si es necesario, regulado.

Se pueden entender por respetuosos los siguientes comportamientos: hablarles bien, no compararlos, dejar que sean curiosos, que se EXPRESEN, que se rían, que lloren. La familia debería ser un lugar seguro de aceptación absoluta, no de control o vigilancia policial.

“Sea lo que sea en que te conviertas, no me decepcionarás, no tengo preocupaciones, no deseo predecir en lo que te convertirás. Sólo deseo descubrirte, no me decepcionarás.” Mary Haskell.

Una última reflexión. Este proceso delimitará la posibilidad de establecer relaciones duraderas y satisfactorias. La calidad de la vinculación afectiva que tuviste con tus padres o cuidadores, marcará tu capacidad de mostrarte empático y auténtico; pero esa ya es otra historia.

“Sólo se puede jugar cuando eres totalmente libre; sólo puedes ser auténtico cuando estás seguro del amor.”

Luisa Aluy Cofrades Pacheco.

 

Bibliografía recomendada:
Aprender a educar. Naomi Aldort

La parálisis del análisis

«Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasará, otras hacen que suceda Michael Jordan.

En cuantas ocasiones nos hemos encontrado en esta tesitura; estudiamos la situación, calibramos riesgos, valoramos causas, pensamos y repensamos, soñamos y nos estancamos ahí.

Al no tomar una decisión experimentamos frustración, y este sentimiento empeora las cosas, dejándonos sin energía y creando un círculo vicioso, donde buscamos soluciones perfectas y seguridades imposibles.

Propuesta 1

TODO IRÁ BIEN

¿Que pasaría si partimos de la base de que la decisión que tomemos estará bien? Tu mente puede responder que eso no es objetivo, que es autoengaño. Vuelven los juicios y la autoexigencia.

O tal vez responda con el sentimiento de confianza y paz que está afirmación conlleva.

Y en realidad, claro que lo estamos haciendo bien al decidir hacer algo diferente a quedarnos en el mundo de las ideas. Con la decisión creamos un círculo virtuoso, nos movemos hacia la acción, lo que nos genera ilusión, motivación y energía. Es ahí donde suceden cosas muy valiosas, exitosas o no. En el segundo caso pasan de ser fracasos a experiencias clarificadoras.

En palabras del empresario americano Henry Ford sería: El fracaso es, a veces, más fructífero que el éxito

O, como diría el inventor de la bombilla, Thomas Alba Edison: No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla

Me encanta esta frase y nadie puede afirmar que no sea pura objetividad.

Lo que realmente importa, es que nos atrevamos a vivir y experimentar; a no ser meros espectadores. O nos atrevemos a hacer cosas y triunfar o nos sentamos a ver cómo los demás las hacen y triunfan.

Cuando estamos paralizados con tanta mente, con las llamadas rumiaciones, creencias inválidas, etc., es como si tuviéramos un coche que no utilizamos porque podríamos pinchar una rueda y simplemente no circulamos, no nos movemos. Estamos así, dejando de ver otros espacios, otras posibilidades y otras probabilidades distintas de las que nos presenta la bien llamada visión túnel, donde estamos aparcados; las orejeras de las mulas.

Si nos movemos, nos dará el aire, veremos más cosas y sentiremos y reaccionaremos ante estas experiencias; se expandirá nuestro pensamiento con la integración de nuevas experiencias y el procesamiento de las emociones que este conlleva; recuperamos la capacidad natural de movernos, de elegir, aumentando nuestro repertorio de herramientas, creando redes neuronales y eliminando bloqueos.

Por otra parte, si no nos gusta la dirección elegida, siempre podremos cambiar de sentido. La única regla de conducción es no quedarse viendo la señal por mucho tiempo. Porque si a nuestro cerebro le pedimos que encuentre razones para no ir en esa dirección, hará su trabajo. Esto es como discutir; cuando defiendes un punto de vista, al terminar la discusión tienes muchos más argumentos que cuando comenzaste.

Además de neuronas, tenemos otro tipo de células en nuestro cuerpo y extremidades como piernas y brazos que aman el movimiento y fluir en el espacio ya que fueron diseñados para eso, y un corazón que necesita bombear sangre activada desde la novedad y no desde la monotonía.

Vale, logramos activarnos. Es ahí donde nos topamos con nuestro segundo enemigo, el deporte nacional, la envidia. No sólo tenemos que silenciar a nuestra mente sino silenciar las voces externas que, por sus propios miedos, no permiten que los demás sigan sus sueños. Esas voces nos interrumpen, nos distraen de nuestro objetivo.

Propuesta 2

Desoír esas voces y abrir bien nuestro campo visual para admirar a quienes ya lo han logrado, o lo están intentando. La cura de la envidia es la admiración.

Fijarnos en quien lo ha logrado y entonces sí, analizar cómo lo ha hecho; desde la admiración, desde el aprendizaje, creyendo que “si el pudo hacerlo, yo también puedo”.

Tal vez puedo preguntarle cómo lo hizo, no desde la envidia que dice “él lo tuvo más fácil”, “seguro que tiene padrino…”

Puede ser gente de nuestro alrededor o puedes leer biografías inspiradoras. Ahí os comparto uno de mis favoritas. Tengo muchas. Se trata del mejor anotador de la historia del basketball, el gran Michael Jordan, que nos regala reflexiones tan potentes como:

Nunca pienso en las consecuencias de fallar un tiro; cuando se piensa en las consecuencias, se está pensando en un resultado negativo”.

Nada que agregar; lo dice todo. La segunda no es menos profunda.

Sólo juega, diviértete, disfruta el juego”.

Son sólo dos propuestas: todo irá bien y admira a quien lo ha hecho ya, que más que propuestas, son claves para no caer en la parálisis del análisis.

No hay forma de equivocarse; ¡haz que suceda!. De esta forma no perdemos el tiempo porque, el único tiempo perdido, es el no vivido.

Luisa Aluy Cofrades

Historias con finales más felices

Si queremos un final feliz o por lo menos experiencias cargadas de emociones positivas y sabor agradable para recordar esta historia, dependerá, por supuesto, del momento en que decidamos terminar con la historia. Solamente podremos encontrar finales felices en Hollywood, a menos que aprendamos a poner puntos finales a historias a su debido tiempo; así no tendremos más problemas con los desenlaces. La sabiduría popular dice que más vale una retirada a tiempo que una devastadora derrota, sobretodo por el coste emocional que ésta supone y el impacto negativo en calidad de vida. ¿Cómo podemos identificar las historias potencialmente destructivas u obsoletas a nivel emocional?, ¿podemos ser capaces de invertir energía en proyectos emocionalmente reconfortantes?

Os propongo hacer un símil con las luces de un semáforo y así identificar el momento de la relación, como pautas a seguir:

Luz roja. ¡Alto! Razón vs Emoción.

Cuando la cabeza nos da indicaciones claras de ir hacia la otra dirección, porqué embarcarnos en esa historia que apunta claramente a la crónica de una muerte anunciada en vez de invertir nuestra energía en otra nueva historia. Observamos un sinfín de inconvenientes, señales claras y razones para no hacerlo; aún así las ignoramos. Es agradable la segregación de serotonina y el alboroto hormonal pero no debiera ser suficiente. “Los budistas dicen que si conoces a alguien y tu corazón late con fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, no es la persona indicada. Cuando tú conoces a tu alma gemela, sientes calma; nada de ansiedad, nada de agitación”.

Luz amarilla. ¡Con precaución! Reflexión vs Idealización.

Cuando tenemos cierta tendencia a idealizar el amor, más que ser conscientes de los hechos reales; si sabemos nuestras debilidades debemos ir con pies de plomo y bajar la velocidad porque es muy probable que en un principio nuestra distorsión cognitiva se base en el sinfín de cuentos de hadas, películas de Disney y en este romanticismo novelesco que nada tiene que ver con la realidad. Cuando todo es perfecto, es muy probable que no estemos relacionando con otro ser humano en su totalidad sino con un ideal que sólo existe en nuestra mente.

Luz verde. ¡Adelante! Cuando la balanza se decanta hacia lo positivo.

Porque las cosas en general fluyen y no hay que tirar de la historia como si fuese una lucha constante. Hay más alegrías, espacios de cielo, de expansión que tristezas. Cuando las discusiones son parte de un lograr un acuerdo amoroso y van en vía de la resolución de conflictos, no un acto acalorado, amargo y directo al infierno. Creencias como: “quien bien te quiere te hará sufrir” sería bueno cuestionarlas. La propuesta es crecer en el camino hacia el amor, encontrando soluciones en lugar de centrarnos en el conflicto, para que nuestras historias tengan un final agradable, significativo, de crecimiento, que digamos valió la pena la experiencia, para repetir y porqué no… también un final feliz y no sólo el recurrente y trillado drama, terror o suspenso.

Cinco claves para tener relaciones sanas

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Todos queremos estar rodeados de relaciones sanas, pues en este artículo encontrarás 5 pautas claves para lograrlas.

1. – No olvidarme nunca de mí… cuidar al máximo nuestra primera relación: ¿Cuál? Con nosotros mismos.

Es muy frecuente escuchar “ quiérete a ti mismo”, esa frase nos parece trillada y hueca, pues vale, cambiémosla a “ escúchate a ti mismo”, ¿tienes hambre?, ¿tienes sueño?, ¿estás cansado?, ¿cómo te sientes?, ¿qué te apetece?. Y en cuanto puedas, atiende tus necesidades con el amor y dedicación que lo harías, como si fueses a recibir un muy buen sueldo por ello, que te aseguro lo recibirás de alguna forma.

Dar besos cuando nos apetece, reír diario, jugar el máximo tiempo posible.

2. – Cuidado con el auto-castigo, la culpa y la vergüenza.

Todos nos hemos equivocado y la hemos liado, hemos sido malos, perezosos, sinvergüenzas etc… alguna ves en nuestra vida, seguramente hemos engañado, lastimado y nos hemos aprovechado de circunstancias. Pero eso seguramente ya paso y no por autocastigarnos nos vamos a sentir mejor. El pasado no lo cambiaremos, pero si podemos cambiar la visión del pasado que tenemos, aceptando esa parte nuestra, como el niño pequeño que ha roto el jarrón y no por eso le vamos a dejar de querer. Lo que si podemos hacer es tomar RESPONSABILIDAD en los actos que realizamos, entiéndase, responsabilidad como la capacidad de responder y poder cambiar ahora lo que no nos satisface, eso nos quita la impotencia y potencia nuestra capacidad de cambio y superación personal.

Y si por el contrario, nos hemos sentido lastimados, pues también ahí tomemos   nuestra parte de RESPONSABILIDAD, por permitirlo, por abandonarnos y conformarnos con esa relación, por miedo al cambio. Y en lugar de odiar al otro, ocupémonos de nuestras heridas, con toda delicadeza y dejemos la tan recurrida posición de víctima.

“No somos responsables de la programación recibida en nuestra infancia, pero como adultos somos ciento por ciento responsables de transformarla.”

3.- Dejarme sentir, yo no puedo cambiar nada de lo que no me gusta, sino me permito sentirlo.

Somos expertos evadiéndonos, todo vale antes de sentir un poco de dolor, pero noticia, si no sentimos el dolor, se acumula y llega un momento en que explota a través de (insomio, ansiedad, depresión etc..) Cuando digo sentir, no digo que el sentimiento se apodere de nuestra vida, sino simplemente dejarlo salir y así no se queda dentro. Todos sabemos que duele más lo que está dentro de nosotros que lo que sale. Es como si tuviésemos una astilla en el dedo y decidiéramos que NO QUEREMOS QUE NOS LA SAQUEN porque duele, claro que va doler, pero un momento, luego se curará. Sin embargo si la dejamos dolerá mas y nos restará capacidad de funcionamiento y disfrute.

Lo peor que puedes hacer es impedirte a ti mismo sentir, desahogarte… Las lágrimas no lloradas se encargan de hacer más profundo el pozo de la tristeza.

4. – Seamos sinceros, sino me siento en total AMOR, enamorado de mi mismo, es difícil que pueda sentir amor por nadie, o mejor dicho seré capaz de ofrecer el amor que me tengo a mi mismo.

Y entonces el nivel de calidad baja bastante. Si no me gusto, no puedo gustar, sino me cuido, no puedo cuidar, sino disfruto de mi compañía, ¿Cómo puedo esperar que los demás la aprecien? Entonces aceptémoslo, tenemos relaciones para llenar nuestra soledad, no para compartir nuestro amor… Y una vez que lo aceptemos, podremos disolverlo y transformarlo en algo diferente como verdaderos amantes de la vida.

“Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma” Carl Jung.

5. – Cuidado con las expectativas, estropean la película.

Frecuentemente escucho está petición “ Yo sólo quiero una pareja que me haga reír” y siempre en mi mente pienso: Y tu eres capaz de reírte de ti mismo, eres una persona risueña, eres una persona básicamente feliz.. y la respuesta es obvia, no , porque estás poniendo la expectativa de la risa en el otro. Cuando tu seas capaz de reírte del grano que te ha salido en la nariz ese día no necesitarás a nadie que te haga reír y seguramente encontrarás mucha gente con quien compartir tu vida, simplemente porque no lo necesitas, sino porque lo disfrutas.

Son cinco claves, como los dedos de la mano, así no las olvidamos. De esa manera tendremos relaciones sanas y fieles, porque recordemos que la primera infidelidad y seguramente la única es a nosotros mismos, pero eso ya es otro tema.